La brecha de emisiones en el cambio climático

La brecha de emisiones se puede definir como la diferencia entre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) existentes y las que debería haber para encaminarnos hacia un mundo con un calentamiento global debajo de los 2 grados.

El análisis sobre la brecha de emisiones es realizado año a año por el Programa de Naciones Unidas (PNUMA) para el medio ambiente. El informe del 2019 no fue muy alentador, presentando un crecimiento anual en las emisiones de 1,5%. Es decir que, muy a pesar de las advertencias científicas y de los compromisos asumidos a nivel gubernamental para ese entonces, las emisiones de GEI siguieron aumentando. Y previo a ese año, el panorama tampoco fue muy alentador, indicando que en 2018 se llegó a un récord de emisiones de 55,3 Gt CO2eq.

La brecha de emisiones es grande y los compromisos asumidos por los países son insuficientes. Por más de que todos los países cumplan con sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDCs, por sus siglas en inglés), que son la cantidad de emisiones que «prometen» tener para 2030, las emisiones van a ser superiores en 15 Gt CO2eq en comparación con un escenario de 2 grados y de 32 Gt CO2e en comparación con un escenario de 1,5 grados.

En simples palabras: estamos encaminados a un mundo que será 3,2°C más caliente para el fin de este siglo, aún teniendo en cuenta la implementación de los NDCs declarados en el Acuerdo de París

¡Hola mundo!

 

El Acuerdo de París establece que cada 5 años hay que revisar y reformular estas NDCs, lo que significa que los países deben presentar este 2020 sus nuevas NDCs. Para llegar a un aumento de 2 grados el reporte indica que se necesita un recorte de 2,7 % de emisiones anual, y de 7,6 % anual para el objetivo de 1,5 grados. Evidentemente esto va a ser aún mayor si se sigue posponiendo el pico.

Para el 2020 se estimaba que las emisiones continuasen en aumento. Pero un factor no planeado apareció y las estimaciones se vieron afectadas de manera significativa: la pandemia por el COVID-19. Es por esto que el informe presentado hacia fines del 2020 está orientado al análisis de la situación contemplando la variable de la pandemia en todo momento. Es así que desde un principio se puede ver que gracias a la disminución en la producción, consumo y transportes dependientes de combustibles fósiles, se calcula que se produjo una disminución de CO2 del 7% respecto al 2019. Pero que esto no cree falsas ilusiones, ya que las concentraciones GEI en la atmósfera siguen en aumento, por lo que un año con menos emisiones no vendría a significar un retroceso del cambio climático en vistas a planes a largo plazo.

De hecho, la ONU aprovecha el COVID-19 para impulsar a los gobiernos a que utilicen esta oportunidad para fomentar una recuperación de la economía que incorpore planes de descarbonización. En el próximo gráfico se puede ver el escenario que se presentaría en caso de mantener la tendencia de reducción de emisiones que se presentó el último año:

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Escenario de Emisiones

Esto, lógicamente se realizó comparando la situación actual con el escenario esperado con las políticas establecidas previo al momento de la pandemia. Como se puede ver, este panorama sólo se daría en caso de impulsar una descarbonización permanente. Estos programas podrían derivar en una emisión de GEI de 44 Gt CO2eq para 2030, una reducción de 15 Gt CO2eq (casi un 25% menos).

Para mantener esta tendencia se necesitan grandes cambios. Los países del G20 son responsables del 78 % de las emisiones globales, y es principalmente en estos países donde se debe eliminar el subsidio a los combustibles fósiles, ponerle un precio alto al carbono, frenar la deforestación descontrolada. Por otro lado, hay que fomentar las tecnologías e infraestructuras de cero emisiones y las soluciones basadas en la naturaleza (nature-based-solutions), incluyendo programas de restauración y reforestación.

Estos son planes que podrían mantener la reducción de las emisiones para llegar a los objetivos planteados. En el próximo gráfico se puede diferenciar la reducción de dichas emisiones analizadas sector por sector. Lógicamente son valores poco reales ya que se presenció una caída casi total en los primeros meses de la pandemia, pero sirve para demostrar que una disminución de emisiones a través de políticas adecuadas es posible.

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Compromiso de Carbono Neutralidad

Lo que sí se puede destacar del 2020 es el compromiso asumido por las principales potencias mundiales. Cada vez son más los países que fijaron metas de carbono neutralidad en vistas del 2030, 2040 o hasta 2060. Es imperativo que este compromiso ya comunicado, esté asociado a políticas climáticas a corto plazo y que estos cambios se vean reflejados en su NDCs. 

Sin embargo, y como idea final, no debemos esperar a que los cambios sólo provengan del sector público. Tanto los ciudadanos, con cambios de hábito que tengan a su alcance, como las distintas empresas asumiendo compromisos reales, pueden fomentar un desarrollo sostenible ligado a un mundo Carbono Neutral con vistas al 2050.

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